Hay sentimientos que nos llevan a la lucha.
Son sentimientos que se aferran a ideales.
Lo ideal es aquello que suponemos que es o que fue lo mejor.
Las relaciones entre las personas son cambiantes, evolucionan.
Quizá querer congelar en el tiempo una forma de relación hace que aquello que fue ideal se convierta en una lucha cuando lo actual no es ya como fue.
Desde luego lo actual podría volver a ser como fue, por qué no, pero si tras intentarlo reiteradamente no ocurre como fue, quizá o no se ha intentado bien o quizá otras condiciones de hoy deban cambiar.
Quizá lo mejor sea mantener vivos y cálidos esos recuerdos, quizá a la espera de que se puedan de nuevo volver a reproducir, pero pasar a la acción cuando la realidad presente pueda realizar aquellos ideales o convertirlos en otros nuevos y mucho mejores.
Algunos ideales son realizables y otros no.
Un ideal no realizable en el que persistimos se convierte en una carga. Los sentimientos que se aferran a ideales no realizables se convierten en una lucha.
Cuando esto ocurre quizá lo mejor sea observar tranquilamente, muy de cerca y con una mirada limpia, qué está ocurriendo. De este modo aprendemos nuevas formas de relación más creativas y más satisfactorias. Quizá lo mejor sea observar y adaptarse a la nueva realidad para mejorarla y convertirla, con el tiempo en una nueva fuente de satisfacción y porqué no, aproximarla a ese ideal que fue.
Quizá todo esto sea un simple ejercicio de realismo, pero no de conformismo porque esta lucha sirve para mantenerle a uno vivo y eventualmente hacerle crecer.