martes, 12 de junio de 2007

El espíritu de la mañana


Su larga y negra cabellera resbalaba por sus perfilados hombros hasta que las puntas de sus cabellos rozaban, con grácil movimiento, sobre su esbelta cintura. Coronaba su cabeza un rubio y claro mechón que se posaba y descendía sobre la negrura semejando una catarata de luz.

Su mirada despierta, muy viva, te miraba desde adentro y llegaba con su mirada hasta la parte de atrás de tus propias pupilas haciéndote sentir su alegría y vivacidad como un hormigueo y una corriente de vida.

Ella elevaba sus pasos alzada por su mirada puesta en un mundo muy alto, tan alto, que alcanzaba el espíritu y le hacía flotar, dejando a su paso una estela de luz.

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